jueves, 22 de octubre de 2009

Explode

La lucha entre confrontar y permanecer pasivo, es una lucha política. Una lucha política que traspasa las barreras de la militancia, o las arenas propias de los partidos. Una lucha cotidiana de acciones e inacción que se juega desde un principio, en el saludo.
Contestar o permanecer callado son ejes enfrentados, que deberían permanecer en un equilibrio. Ni pelear todo el tiempo, ni siempre hacer que no se escucha.
Pero resulta que a veces la mejor manera, y el camino más rápido de escape es la elección de la sordera. Una elección neutra, y por ello tonta. Porque la neutralidad dura lo que un suspiro. Porque dentro de la cabeza todo eso que tenemos para decir se repite en continuo, como una película en la que fantaseamos que algo nos haga saltar la chaveta y ése versito de Cortázar se haga carne.
Explotar y callarle la boca a los demás. Que nuestra voz siempre quieta, siempre refugiada en la garganta, choque contra oídos ajenos.
Pero entonces eso sería el acabose. La guerra. Trincheras y ataques. Quitarle el disfraz de abuelita al lobo y descubrirnos como somos. Nada de eterna paciencia, de comprensión. Nos volveríamos personas con derecho a llevarse mal y nos daríamos cuenta que no todo se termina. Seríamos sinceros, hasta con nosotros mismos.

Y claramente ése es el problema. Mua.