martes, 28 de mayo de 2013

Minnie

Creo que no te escribí nada.
Dejé que Marido te dedicara unas palabras en medio de sus ficciones, y yo me dediqué a divagar.

Sin embargo andás por ahí siempre.
Mirando detrás de los anteojos marrones.
Dejando a un costado tu audífono para escuchar lo que puedas con tus oídos.
Poniendo una cucharada de dulce de leche en algún platito
o preparando un estofado de asado.

Entre juegos me dijiste "Sopolepedapad", y me enseñaste un mundo nuevo.
Me miraste con amor.
Y porque te dí un beso, abriste el armario del living y sacaste una golosina.

Después muchas más cosas.
Muchas que quisiera no recordar.

Solo tu mano fresca agarrada de la mía
y noches sin dormir bien.
Ocuparme de que tuvieras bien las hebillitas.
Darte un beso y despedirte.

Con todo el corazón.


lunes, 19 de diciembre de 2011

Ain't no mountain

Te amo


porque sos medio payaso,


porque nos cantamos a los gritos cuando bailamos,

Porque me querés colorada y con peluca

Porque me besás con sombrero,

Porque sos como un chapulín colorado, que siempre me defiende...

...y porque nos casamos, y no hay nada en el mundo que me haga más feliz

viernes, 23 de septiembre de 2011

Comida de pobre

El pequeño totí
despertó de un sueño profundo
de alas cortadas y fruta robada.

Desde la oscuridad miró al sol
Y se sintió renovado
Extendió su oscuridad
Y comprendió que no era sencillo.
Comprendió la pequeñez de su cuerpo
y la grandeza del extraño.

Y escuchó que el hambre puede más.

Polenta y pajarito,
Trabajo y pan.
Niñez y vejez,
le pegaron en la nuca
y lo rescataron de una muerte segura.

Acomodó las patas enderezadas y
remontó vuelo, sin mirar atrás
Olvidando todo lo aprendido
Volviendo a ser pajarito

Polenta y pajarito

jueves, 15 de septiembre de 2011

Dame!


Martín se sentó en la falda de su madre. Con ojos abiertos y brillantes le dijo:


- Quiero un cuento!


Madre dio su mirada contra la de Martín y sintió esa exigencia como un pinchazo en las entrañas. Él quería un cuento. No buscaba que se lo contaran, lo quería a él, todo suyo para rememorarlo a la noche, de mañana, cuando se aburría en la clase de matemática. Algo de todo eso, asustaba a madre, que como les estoy contando, pareciera haber dejado de tener nombre para ser eso: madre.

Martín seguía impasible, con los ojos inmóviles y la boca entreabierta, mientras Madre miraba como se le inflaba y desinflaba el pecho a un ritmo acelerado.

Decidida, se aclaró la garganta, acomodó el peso cómodo de su hijo, y cuando estaba lista para contar alguna historia que calmara a ese monstruito insaciable…



…un conejo con reloj, saltó de su boca

jueves, 1 de septiembre de 2011

Revisión

Mientras esfuerzo mis recuerdos, me tomo un café en un bar. Flotan en el aire reggaetones radiales, en mis auriculares Regina, y en mis ojos pasan letras que despiertan una sensación familiar. Una sensación de deja vu…

…Estoy sentada como siempre, en el segundo banco. Apoyada la espalda contra la pared y despatarrada paralela al banco. Adelante, Rita escribe apuntes en el pizarrón, y la escucho casi sin necesidad de retener lo que pronuncia. Mi memoria guarda en algún lugar escondido los gestos, los míos, los de ella, el ambiente del aula. Hablar ahí sí que no me cuesta, me resulta natural y agradable. Siento necesidad de decir algo, de interpretar eso que leo, como si buscara las palabras justas para improvisar algo.
Una profe suplente con lenguaje universitario fracasa maquiavélicamente con el análisis discursivo. No me acuerdo haberme esforzado tanto como esa vez para hacer algo. Sabía que no había nada definitivo en esos garabatos en la hoja, sin embargo su respuesta como sonrisa me decía que había hecho algo bien. Que aunque más no fuera, el esfuerzo estaba justificado.
Antes o después, una luna, mirada con diferentes ojos, alumbraba una mortaja negra, una mujer, un camino. Luego… escuchaba las palabras esperadas.


Ahora junto pedazos, necesidades de textos, de pensar, de sostener una soga de la que me aferro.
Lo que a veces parece agotado, hoy se despierta con un cuento, con sus textos, o con las charlas en el auto yendo a cualquier lado. Quisiera desmenuzar hojas, exprimirlas, vaciarlas de contenido y ordenar todo otra vez, como un rompecabezas, como piezas listas para ser miradas.
Cada vez que lo tengo enfrente soy como una niña otra vez. Tengo hambre.

viernes, 29 de julio de 2011

Final del juego

Volvíamos llenos de tierra y pelo pegoteado. Yo tenía los cachetes rojos de tanto correr y mirar fijo al sol. Íbamos caminando con los pelos volátiles. Toti y yo atados en una colita que no lograba nunca enderezarse y que se soltaba a medida que dábamos vueltas guardando los chiches y los vasos de plástico.
La tía traía siempre ese termo como barril, abría el pico delicadamente y volcaba agua fresca o jugo, según la suerte del día. Cuando ya lo guardábamos en la bolsa de compras estaba vacío de tanta sed infantil. Los primos eran flaquitos o ocupaban poco espacio. Los Rojitas también, entonces como en las reuniones familiares nos tocaba andar separados de los mayores.
Caminábamos, con el bolsito que mamá había armado, hacia el auto que estaba estacionado en la entrada que daba a Libertador. Nos subíamos al bote-auto del tío, pero a nosotros nos tocaba ir atrás.
Ahí empezaba otra historia. Porque el día de club no era completo si no hacíamos todo lo que se tenía que hacer.
Mirando los cinco para afuera empezábamos a aguzar la vista en la próxima oscuridad de verano. El coche de los primos era enorme, y nosotros íbamos cómodos observando a las personas que emprendían la vuelta de un fin de semana de descanso en el medio del enero caluroso.
El viaje duraba mucho rato y nosotros disfrutábamos. Saludábamos a los que manejaban, a los acompañantes, a los copiones que hacían lo mismo que nosotros. Esperábamos siempre la respuesta entusiasta de los conductores. Entonces, agitaban la mano "Ese es de River seguro", concluíamos moviendo la cabeza. Otros miraban fijo con la cara inmutable.

Nos íbamos hundiendo entre las luces faros y la oscuridad ya metida en la noche.
El cansancio llegaba a nuestras rodillas gastadas y cuando nos recibía la vieja en casa, ni comer podíamos porque solo pensábamos en lo lindo que es meterse en la cama.

miércoles, 20 de julio de 2011

Aprovechando el día...

A los 4 años entré al jardín de un colegio que quedaba a unas pocas cuadras de mi casa.
Me hice de dos amigas y a los 5 se sumó una más.
Me acuerdo de mañanas entre alfajores, gotitas de amor, merengadas, manón, habanitos y polvorita.
Tengo fotos en algunos cajones que hacen de testimonio de años compartidos. Son esos años en los que uno casi que no elige. Se hace amigo, con la fuerza de la inercia, de la piel y del juego.
Recuerdo noches enteras mirando pelis, no queriendo dormirnos para que no nos hagan alguna maldad.
A veces había peleas, lagrimitas escondidas en la escalera del gimnasio y secretos compartidos. También el perdón, la carta del desagravio, la gestión mediadora de las que siempre mirábamos de afuera, porque alguien tenía que tener el rol conciliador y nosotras comprábamos el pack.


Todo cambiaba con los años, y parecía que cada vez estábamos más lejanas. La excusa de la cursada ya no existía y solo nuestras ganas de vernos hacían la diferencia.

Y pareciera que había algo más que el juego y los ratos compartidos en la infancia. Otras cosas, más profundas nos unían. Y aunque una se alejaba, siempre otra tironeaba para que no se vaya del todo.
Van 22 años que comparto cualquier cosa con ustedes. 22 años en los que cada una hizo su camino, abrimos nuestra cabeza a diferentes cosas, empezamos a pensar distinto una de otra, nos hicimos nuevos amigos... Y sin embargo, algo se mantiene, como si fuera un nudo imposible de deshacer.
Cada día me siento más parecida y más distinta a ustedes. Y todo, todo lo que pasa, siento que trasgrede las barreras de lo lógico. Y sin embargo, ahí estamos todas esperando por las demás. Todas viviendo la llegada de Pepa como si fuera una hija con cuatro madres.

Es que hay cosas que no se explican, y son las que hacen más fuerte lo que tenemos.
Gracias lindas...


PD: Este es mi momento cursi, y mi reflexión del día del amigo

martes, 12 de julio de 2011

Desahogo

Estos días post-elecciones, los resultados adversos a mi manera de ver la política (que haya ganado Macri con tanta diferencia), me han puesto a leer, a intentar buscar razones, a ver qué propone el PRO. Me encontré con que su discurso y su acción es diferente.
Escucho a María Eugenia Vidal. Discurso armado, esquivador con buena cintura, "conciliador". Mucha felicidad para todos los porteños, muchas estrategias vinculadas con la supuesta teoría de no ponerse en una posición política.

Después de todo esto, he bajado los decibeles para intentar pensar con algo de claridad, para ver qué es lo que me molesta tanto de que Macri gane, de leer una columna de Rozitchner (hijo) y querer ir a buscarlo para darle patadas en el orto.

Y ya me di cuenta. Opa!
El discurso macrista, tan bien armado para el marketing, tan bien estructurado desde la imagen, desde la manipulación de datos (vamos muchachos que el Indec no es el único que tuerce números a favor), aparte de ser vacío, es negador.
Negador de su propia base, de lo que le ha conseguido ganar en zona sur, por ejemplo. Negador de sus punteros. Punteros netamente peronistas, punteros que siempre se ubican con el mejor postor. La presencia en los barrios más pobres de la capital, no ha sido con Macri dando vueltitas y tocando timbres. A lo sumo habrá hecho eso solo en la campaña, como estrategia marketinera. Mi laburo me puso en contacto con gente de organizaciones de las villas. Ellos me decían que el gobierno de la ciudad les ofrecía planes, que la gente los estaba agarrando. Ojo! No se los ofrecían a los beneficiarios, casa por casa, iban a los punteros, a los que les pueden dar apoyo. Eso que ellos tanto defenestran.

Me molesta que se postulen como apolíticos, como transparentes, como si estuvieran fuera de la estructura básica que la Argentina ha formado para hacer política. Me molesta que se hagan los sotas a la hora de ver que las obras públicas se las dan siempre a las empresas amigas (pregunten a cualquiera que trabaje en una consultora de ingeniería y participe en las licitaciones), que se oculte tan bien por la prensa la cantidad de coimas que se piden para habilitar un local. Me molesta la falsa honestidad.

Me jode que ellos digan que tienen otra visión de la política, que digan que nos vienen a salvar a todos de las garras de la corrupción nacional (que existe y es mucha) cuando ellos repiten las mismas mierdas que discursivamente repudian. Y como resulta que son tan corruptos como los que corrompen a nivel nacional, no me queda otra opción que mirar a nivel ideológico. Ver qué es lo que proponen para "erradicar la pobreza", para "cuidar la salud pública", etc. Y nada de lo que veo me gusta. No me gusta su liberalismo, no me gusta su falta de compromiso con sus propias ideas y las de su electorado (háganse los boludos cuando se trata del matrimonio igualitario), no me gusta su noción de política. No me gusta él. No me gusta su equipo. No me gusta su discurso. Mucho menos me gusta lo que hace con la educación y con la salud.

Por todo eso. Macri andate a la puta madre.

Solo espero que los próximos años que te tocan de mandato no dejes a la ciudad en llamas.




PD: Tengan a consideración que me puse en un nivel de comprensividad y "tolerancia" altísimo. Si dejo salir mi ira, termino como el Tano Pasman

lunes, 27 de junio de 2011

Lo inexplicable

No sabría cómo describir mi relación con el fútbol. Cómo lo vivo, cuánto me interesa, cuánto es un poco de mostrarme, de llevar la contra, de compartir con otros.

Hace unos días comentaba que no entendía por qué me ponía a sufrir con River. Si ni siquiera me ponía a ver siempre los partidos, si muchas veces no conozco a los jugadores o no sé con quién juega.
Pero resulta que el club de mi infancia se fue a la Promoción, y como si fuera un enfermo terminal, decidí sentarme al lado, sostener una mano agonizante que ya sabía que no me iba a dar una alegría. A lo sumo alivio, sino tristeza. Despegarme de ese momento me parecía una traición. Una traición a los felices festejos con mi familia, cuando con mis hermanos salíamos a gritar los goles por la ventana para escuchar después el reto de mi vieja. Una traición a las tardes escuchando a papá leer la enciclopedia de la historia del fútbol, o a esas tardes en que estábamos en lo de mis abuelos y en vez de dormir una siesta escuchábamos en la radio el River-Boca solo para llamarlo a mi tío si River marcaba un gol.

La pertenencia a un club es algo elegido, pasajero, de nacimiento, según como cada uno lo mire. Yo creo que tiene que ver con una pertenencia más allá de la elección, más allá de lo que uno quiera... creo que sentirse unido a una institución tiene que ver con la historia familiar, con los recuerdos, con las vivencias desde chico, y ni hablar de las vivencias para aquellos que tienen hijos.

Ayer me puse triste porque uno siempre abriga la esperanza del milagro salvador en el deporte. Y como no llegó, me quedé con el sabor amargo.

No sé qué me pasa con el fútbol, con River... lo que sí sé es que me gustan las anécdotas, las historias que encierra, las reflexiones que deja sobre el hombre y su naturaleza, los milagros que inventa. Sé que se sobredimensiona, sé que no es lo más importante. Pero también sé que une, que socializa hasta al más calladito.
Entonces de vez en cuando, me subo a hablar huevadas sin fundamento, a sentir sin sentido que si pierde mi equipo voy a llorar con ellos.


"...lo que mas sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol."

Albert Camus

Conspiraciones

De un saque, como siempre soñé, saqué un pasaje ultra rápido para Europa. Me iba a Madrid.
En un parpadear ya estaba en la Gran Vía tan parecida a la avenida Corrientes. Me senté en un restorancito. La gente me parecía familiar y como no tenía mucha hambre dí vueltas por entre las mesas.
Al rato me di cuenta que no le había avisado a Juan que había viajado. Mi celular parecía inhabilitado para recibir llamadas desde el exterior y no tenía como comunicarme. De golpe suena su llamada y entré al restoran para atender. Adentro estaba mi cuñado degustando las delicias madrileñas.
Juan me habla preocupado, me dice que los viejos viajaron a Venezuela y ahora no los dejan salir. Me cuenta que los tienen cercados, que solo con una orden de alguien MUY importante van a poder sacarlos. Me cuenta algunas cosas en secreto. Unas intrigas con la OEA que operaba en secreto desde Caracas. No sabemos todavía qué quieren con mis suegros, pero los acusan de conspirar.

Nuevamente estoy en Buenos Aires, desesperada, dando vueltas con Juan, pensando estratagemas. Pienso en el experimento de 6 grados de separación. Con mi laburo puedo llegar a la presidenta, o hablar con alguien importante de Cancillería. Sí, voy a ir directo al despacho de Tomada, sé que él me va a escuchar. Les voy a quemar tanto la cabeza que vamos a lograr que puedan volver sanos y salvos.


Me desperté un poco extrañada, pensando ¿Seré antichavista?