jueves, 28 de mayo de 2009

Chan Chan


Hubo un momento en que mi eje se descentró. Alinear mi cabeza costó un poco más de lo que pensé.
No sabía pisar en aquel suelo, ni tenía idea como entonar la voz en aquel paisaje.
Llegar a Buenos Aires me trajo devuelta al frío inesperado, a los brazos de mi vieja que tanto me ubican. A las risas y guiños cómplices con mis hermanos. A la charla diferente con mi papá.

Mis pies, todavía porteños, se asentaron devuelta, respiraron con tranquilidad y se acomodaron a las sólidas veredas del microcentro.
Mientras tanto mis manos se niegan a tocar el teclado. Sienten la arena. Huelen un pedacito de ananá, o una rodajita de banana frita.
Mis oídos no dejan de escuchar ésa música que me hizo saltar tímidas lágrimas, que me dieron ganas de hacerme esconder en tu remera. Escuchan a Chan Chan todo el tiempo, y se acompañan en un paso corto con mis labios que balbucean todo el tiempo tonadas que no me pertenecen, pero que hoy son más mías que de los cubanos.

Nostalgia de eso que nunca tuve… que solo pedí prestado.