lunes, 27 de junio de 2011

Lo inexplicable

No sabría cómo describir mi relación con el fútbol. Cómo lo vivo, cuánto me interesa, cuánto es un poco de mostrarme, de llevar la contra, de compartir con otros.

Hace unos días comentaba que no entendía por qué me ponía a sufrir con River. Si ni siquiera me ponía a ver siempre los partidos, si muchas veces no conozco a los jugadores o no sé con quién juega.
Pero resulta que el club de mi infancia se fue a la Promoción, y como si fuera un enfermo terminal, decidí sentarme al lado, sostener una mano agonizante que ya sabía que no me iba a dar una alegría. A lo sumo alivio, sino tristeza. Despegarme de ese momento me parecía una traición. Una traición a los felices festejos con mi familia, cuando con mis hermanos salíamos a gritar los goles por la ventana para escuchar después el reto de mi vieja. Una traición a las tardes escuchando a papá leer la enciclopedia de la historia del fútbol, o a esas tardes en que estábamos en lo de mis abuelos y en vez de dormir una siesta escuchábamos en la radio el River-Boca solo para llamarlo a mi tío si River marcaba un gol.

La pertenencia a un club es algo elegido, pasajero, de nacimiento, según como cada uno lo mire. Yo creo que tiene que ver con una pertenencia más allá de la elección, más allá de lo que uno quiera... creo que sentirse unido a una institución tiene que ver con la historia familiar, con los recuerdos, con las vivencias desde chico, y ni hablar de las vivencias para aquellos que tienen hijos.

Ayer me puse triste porque uno siempre abriga la esperanza del milagro salvador en el deporte. Y como no llegó, me quedé con el sabor amargo.

No sé qué me pasa con el fútbol, con River... lo que sí sé es que me gustan las anécdotas, las historias que encierra, las reflexiones que deja sobre el hombre y su naturaleza, los milagros que inventa. Sé que se sobredimensiona, sé que no es lo más importante. Pero también sé que une, que socializa hasta al más calladito.
Entonces de vez en cuando, me subo a hablar huevadas sin fundamento, a sentir sin sentido que si pierde mi equipo voy a llorar con ellos.


"...lo que mas sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol."

Albert Camus

Conspiraciones

De un saque, como siempre soñé, saqué un pasaje ultra rápido para Europa. Me iba a Madrid.
En un parpadear ya estaba en la Gran Vía tan parecida a la avenida Corrientes. Me senté en un restorancito. La gente me parecía familiar y como no tenía mucha hambre dí vueltas por entre las mesas.
Al rato me di cuenta que no le había avisado a Juan que había viajado. Mi celular parecía inhabilitado para recibir llamadas desde el exterior y no tenía como comunicarme. De golpe suena su llamada y entré al restoran para atender. Adentro estaba mi cuñado degustando las delicias madrileñas.
Juan me habla preocupado, me dice que los viejos viajaron a Venezuela y ahora no los dejan salir. Me cuenta que los tienen cercados, que solo con una orden de alguien MUY importante van a poder sacarlos. Me cuenta algunas cosas en secreto. Unas intrigas con la OEA que operaba en secreto desde Caracas. No sabemos todavía qué quieren con mis suegros, pero los acusan de conspirar.

Nuevamente estoy en Buenos Aires, desesperada, dando vueltas con Juan, pensando estratagemas. Pienso en el experimento de 6 grados de separación. Con mi laburo puedo llegar a la presidenta, o hablar con alguien importante de Cancillería. Sí, voy a ir directo al despacho de Tomada, sé que él me va a escuchar. Les voy a quemar tanto la cabeza que vamos a lograr que puedan volver sanos y salvos.


Me desperté un poco extrañada, pensando ¿Seré antichavista?

martes, 7 de junio de 2011

Historias antes de ir a dormir


En las noches de vacaciones porteñas, en el calor de nuestra habitación, mis hermanos y yo dábamos vueltas en la cama sin poder dormirnos. Hablábamos a risotadas no recuerdo de qué cosas; jugábamos, mientras papá y mamá solo querían que nos durmiéramos un ratito.

Yo leía hasta tarde con una lucecita baja cuando se dormían los chicos, cuando ya era más de madrugada que de noche.

Otras veces les leía libros que me regalaba Chichí. Libros que al principio no quería ni ver y después se me volvían imprescindibles.

La historia de Simona, su cuchara y sus travesuras era la favorita y la más requerida.

Me acuerdo del olor de las hojas. De la emoción de sentirme grande leyendo para otros, o de desvelarme hasta tarde por solo terminar el libro.


Ayer me quedé leyendo más que de costumbre, hubiera seguido hasta dormirme entre las páginas. Pero trabajo al día siguiente, y las horas de lectura se me acortan. Ayer me acordé que fui niña. Me acordé de mi descripción bloggística, de esa cosa que tengo con la niñez.

Presiento que detrás de todo eso, hay una flechita que me indica un camino. Mi camino

lunes, 6 de junio de 2011

Pequeñas (y GRANDES) rabietas cotidianas

- Levantarme tarde: principal factor para comenzar un día como el orto.
- Tomarme el subte en hora NO pico y encontrarme con que un montón de giles también salieron tarde
- Que los bondis no paren
- Que el almuerzo me caiga mal y tenga que soportar el resto del día en la oficina con dolor de panza (efectos de ser celíaca)
- Que me llamen al trabajo para consultarme por expedientes que ya no tengo (Hola! Fíjate en el sistema!)
- Caminar por las minúsculas veredas del microcentro y tener que andar esquivando a idiotas que caminan de a tres cuando apenas caben dos personas.¿ Estás en el secundario?
- Cruzarme a algún gil que me pregunte, ¿Y?¿Cómo va la facu?¿Ya te recibís?¿En qué año estás?
- Que algunas personas mancas me pidan hacerle memos, cuando 1) no soy su secretaria, 2) te veo que no estás haciendo nada! 3) que me exijan que lo haga ya, cuando tengo otras tareas para hacer.
- Colgarme leyendo cosas en internet, pensando que ya saqué todo lo que tenía y darme cuenta a último momento de algo que dejé pendiente
- Despertarme y empezar a machacarme con todos mis problemitas mentales. Cruzar la calle pensando en eso, tomarme el subte y pensar en eso. Escribir ésto y pensar en eso!
- Tener que ir a guitarra y no tener ganas (básicamente porque no practiqué en la semana)
- Querer leer el libro que tengo encima y no tener lugar para ello en el transporte público
- No tener ganas de charlar en el almuerzo y estar con mil personas en la mesa
- Extrañar los cuidados de madre y que cuando la veo no la aproveche
- Querer fumarme un pucho porque estoy malhumorada y recordar que dejé de fumar
- Recordar todas las cosas que quiero decir y no me animo por tarambana
Estos y muchos más representan mis malos humos en un día de mierda como hoy, lunes gris y lluvioso.