viernes, 26 de septiembre de 2008

Choices

Cuando estaba en primaria, y hacía cosas de niña, solía escuchar la radio con mi vieja.
Los fines de semana había programas para chicos en Continental. Yo participaba llamando como señora desesperada a Susana Gimenez.

Había acertijos, preguntas, concursos de llamados y demás desafíos para nenes de mi edad. El problema es que yo llamaba como una condenada, todos los sábados a la mañana. Me costaba un montón comunicarme antes que alguien se hubiera ganado el premio. Siempre me tocaba el consuelo. El que conseguía yo, generalmente era un diccionario Larousse escolar. Una reverenda porquería. Es más, hace un tiempo regalé un montón de esos.

Pero una mañana iluminada, mi llamado llegó antes que otros. Ya ni me acuerdo qué contesté. Tampoco me acuerdo si mi vieja contestaba por mí la pregunta… solo me acuerdo que gané.
Era un día glorioso. Me había ganado una visita guiada al zoológico con mis hermanos y mi mamá, pero un lunes, los días en que el zoológico estaba cerrado. Los animales eran todos para mí. Les podía dar de comer hasta cansarme. Y acariciarlos con la guía de un cuidador. A esa altura de mi vida, era uno de los mejores regalos que me podrían haber tocado.

Sin embargo… el día pautado para la visita se superpuso con mi audición para el coro del colegio. Yo tenía 9 años, estaba en 4º grado, y no había nada en el mundo que deseara más que cantar en el coro, que me seleccionaran.
Si me preguntan por qué tanto ensañamiento con la música, la verdad que no tengo una respuesta. Nadie era músico en mi familia. Pero todos cantábamos en la ducha. Y mi viejo era un buen improvisador de canciones con groserías.

Tantas ganas tenía de sobresalir en la audición (estaba segura de quedar), que dejé de lado el único premio que había ganado en las largas mañanas de llamados.
Efectivamente quedé en el coro. Eso me bastaba para sonreír de oreja a oreja.
Pero lamentablemente llegaron mis hermanos, mi primo y mi mamá, quienes no habían dejado de ir al zoológico por mí baja, desencajados de la emoción por la visita exclusiva que habían vivido.
Obviamente me bajaron la sonrisa de un hondazo.
Calladita la boca, me senté a cenar un rico puchero con ceño fruncido.

Seguí llamando a los programas de radio. Y junté una hermosa colección de diccionarios.

martes, 23 de septiembre de 2008

Por primera vez


Hace unos años cursé una materia en la facultad en la que por segunda vez, me ponía en contacto con la radio.
Como teníamos que hacer un programa en vivo en el estudio, decidimos juntarnos todo el grupo para ponernos de acuerdo en el armado de nuestro magazine.
En lo del Chino (centro de reuniones) buscando música para la artítica, encontré entre discos locos, una canción que me gustó mucho.
Era de una señora llamada Madeleine Peyroux, que tenía como una voz vieja, pero agradable, y me resultaba de una calidez enorme. Cantaba una canción que se llamaba "Dont wait too long".
Después de este encuentro con su música nunca más volví a escuchar algo de ella, pero guardé en la memoria nombre y melodías para no olvidarme si la volvía a ver.

Hace poco entré a ticketek buscando recitales para ir a ver, y me topé con esta mujer, que viene en diciembre.
Me decidí a ir a verla sin escuchar sus discos. Ir como se va a una obra de teatro, sin saber lo que se viene.
El fin de semana, una muchachito vino de sorpresa,con las entradas para que la vayamos a ver.


Me encantó la sensación de ir a ver a ciegas a una cantante y disfrutar por primera vez de su voz. Total, para seguir escuchándola tengo mucho tiempo...

martes, 16 de septiembre de 2008

Mar dulce, hermoso y cruel

Hoy por la mañana, entre empujones de pasajeros y bocinas al unísono, fui leyendo un libro que me habían recomendado. Un relato que me daba curiosidad.
Ya en el trabajo, y aprovechando que mi jefe no había llegado, terminé de leer las 30 páginas que me quedaban de “El viejo y el mar”. Un libro corto y sencillo del genial escritor Ernest Hemingway.
La verdad que no soy buena crítica literaria. Sé pocas formalidades sobre como comentar un texto. Muchas veces hasta no comprendo el verdadero significado de los cuentos.
Para explicarlo mejor: cuento con una visión, si se quiere, un poco infantil de lo que leo. Me dejo llevar por las sensaciones que me transmite un cuento o una novela. Lamentablemente esa relación que entablo con el relato me hace perder el verdadero sentido de lo que leo. Pero la verdad no lo puedo evitar. Es algo más bien visceral. Veo como un paisaje general, aprecio colores y formas, pero me cuesta un poco centrarme en los personajes. Leo otra historia diferente a la que supuestamente quieren contar.

Sin embargo no podía quedarme callada frente a terrible cuento-novela.
En “El viejo y el mar”, me conmovió sinceramente la sencillez. La de la escritura y la de su protagonista. Me impresionó que me atrajera tanto un libro en el que los diálogos son internos, que suceden dentro del protagonista y su pez.
Pude ver otro mar, uno lleno de colores. Yo siempre lo había pensado azul, casi uniforme. Este mar tiene vida. Brillo. Y sus habitantes son tan humanos como los pescadores. Y por ello merecen respeto. Son juzgados como cualquier hijo de vecino.
En este libro cada uno gana su destino, hace su destino y vive acorde a su posición.

Ahora, más que nunca quiero ir a Cuba. Mirar sus playas. Ver a los pescadores de manos agarrotadas y llenas de callos. Caminar por calles empedradas y quizás cantar con algún moreno en la feria, un pedacito de “Lágrimas negras”.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Pequeñez


Hoy me levanté…. Medianamente de buen humor.
El día estaba frío pero con solcito.
Después del trabajo me espera un barcito con alguna coca y lecturas que imagino agradables.
Pero mi trabajo, como sucede muchas veces, me hizo enojar.
No ese enojo de querer romper cosas. El enojo de puchero infantil.

Sí, hoy es uno de esos días en que frunzo la ceja y cada vez que pasa mi jefe por al lado hago un claro pero imperceptible bufido
- PUFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF

A causa de mi enojo tan poco adulto, me estoy lastrando todo un paquete de galletitas, que encima casi no tienen sabor (aparte de no tener gluten).

Es que hoy es el día de la secretaria… Y mi jefe apenas si se acordó de saludarme… Y toooooooooodas recibieron regalo menos yo.

Sé que no tiene razón de ser este enojo y/o berrinche. Pero quería manifestarme de manera madura y sin escándalo mayor.
Y qué mejor lugar que mi propio blog.

He dicho