martes, 16 de septiembre de 2008

Mar dulce, hermoso y cruel

Hoy por la mañana, entre empujones de pasajeros y bocinas al unísono, fui leyendo un libro que me habían recomendado. Un relato que me daba curiosidad.
Ya en el trabajo, y aprovechando que mi jefe no había llegado, terminé de leer las 30 páginas que me quedaban de “El viejo y el mar”. Un libro corto y sencillo del genial escritor Ernest Hemingway.
La verdad que no soy buena crítica literaria. Sé pocas formalidades sobre como comentar un texto. Muchas veces hasta no comprendo el verdadero significado de los cuentos.
Para explicarlo mejor: cuento con una visión, si se quiere, un poco infantil de lo que leo. Me dejo llevar por las sensaciones que me transmite un cuento o una novela. Lamentablemente esa relación que entablo con el relato me hace perder el verdadero sentido de lo que leo. Pero la verdad no lo puedo evitar. Es algo más bien visceral. Veo como un paisaje general, aprecio colores y formas, pero me cuesta un poco centrarme en los personajes. Leo otra historia diferente a la que supuestamente quieren contar.

Sin embargo no podía quedarme callada frente a terrible cuento-novela.
En “El viejo y el mar”, me conmovió sinceramente la sencillez. La de la escritura y la de su protagonista. Me impresionó que me atrajera tanto un libro en el que los diálogos son internos, que suceden dentro del protagonista y su pez.
Pude ver otro mar, uno lleno de colores. Yo siempre lo había pensado azul, casi uniforme. Este mar tiene vida. Brillo. Y sus habitantes son tan humanos como los pescadores. Y por ello merecen respeto. Son juzgados como cualquier hijo de vecino.
En este libro cada uno gana su destino, hace su destino y vive acorde a su posición.

Ahora, más que nunca quiero ir a Cuba. Mirar sus playas. Ver a los pescadores de manos agarrotadas y llenas de callos. Caminar por calles empedradas y quizás cantar con algún moreno en la feria, un pedacito de “Lágrimas negras”.

1 comentario:

El Cronista dijo...

Me gusta eso de "mar dulce y cruel". Es como imaginamos una selva, pero bajo el agua. Es la naturaleza misma, pero, ¿es cruel la naturaleza, o simplemente es?
A veces vemos crueldad donde sólo hay vida, pero no podemos despojarnos de nuestra condición humana.
Eso es lo que pasa en el cuento. Nos da tristeza, porque Santiago produce eso, porque vivimos lo que el vive como una crueldad y una tristeza enorme.
Pero, pienso, ¿no es ya a esa altura, Santiago, parte de ese mar? ¿No es parte de esa naturaleza que Ernest H. designa como la mar? Yo creo que su casa es mas esa que su choza, y si hay crueldad y tristeza, es porque Ernest H. se ocupa de humanizar todo, como vos dijiste. El mar, los peces, Santiago, todo son humanizados y resultan mas humanos que los humanos. Y ahí está que sentimos tristeza y crueldad.
Como dijo Castillo de Cortázar, "es culpable de humanidad".
Abrazo
PD Me re extendí!