lunes, 20 de julio de 2009

Cuando tu boca canta, mi corazón se alborota


Edith está parada en una silla, para poder verlo más a su altura. Mientras lo mira moverse en cámara lenta, festejando con los puños en alto, ella se deshace por la garganta, con sonidos de placer y de dolor, con un sonido propio del desgarro de cantarle al amor encontrado.
Así como le canta, siente en la piel a Marcel como si fuera el primero. Como si no la hubieran criado prostitutas, ni hubiera vivido como clochard en París… tal vez igual que aquella que aparece en ése falso final de Rayuela.
Edith no parece pequeña, porque su voz la transporta del dolor al orgasmo, en un crecimiento in crescendo. Su voz es el vivo retrato de lo que es ella. Una mujer abrazada a la vida, abrazada al sexo, sin miedo de encontrarse con el dolor físico, pero con un dolor enorme frente al abandono humano.

Y resulta que Elena Roger se convirtió anoche en ésa desfachatada y casi arrabalera Edith Piaf. Grosera, femenina y masculina a la vez, pero sobretodo una figura del desamparo y de la pasión. Una imagen de la pasión por el escenario, por la música, por éso inexplicable que hace al ser humano. Edith y Elena hermanadas en la actuación. Hermanadas en la escena, en lo intenso, en la locura y frente a todo hermanadas en el aplauso del público, que aunque le arden las manos, no se cansa de alabarlas.


"Piaf,
Madame Piaf,
hacé nido en mi garganta
gorrión de París"
El Cronista


Éstas son algunas impresiones que nos dejó ir al Teatro LIceo a ver la obra de teatro "Piaf"

miércoles, 1 de julio de 2009

De elecciones familiares

En mi casa la política ha tenido siempre un lugar particular. Mi viejo es de derecha, nacionalista. Mi vieja es híper católica, y quien me niegue que la religión tiene mucho de político, de ideológico, va a tener que replantearse muchas cosas en la vida.
Por muchos años creo no haber escuchado discusiones políticas en casa, pero sinceramente creo que tiene que ver con que era muy pequeña como para recordar alguna de ésas discusiones. Seguro mientras sucedían yo andaba tirándole del pelo a mi hermana o descabezando alguna Barbie.
En algún momento en que los peronistas comían pizza y brindaban con champagne, con mis hermanos hicimos noticieros radiales sobre las elecciones. Leíamos sin entender una palabra lo que decían los diarios. Quiénes se postulaban para las elecciones del 95, de dónde salían y qué proponían.
Cuando fui más grande para comprender que en la política había posiciones diferentes de ver el mundo, que existían partidos y modelos de país contrapuestos, mi viejo a su vez empezó a escribir un libro. Uno que habla sobre ideologías y sobre historias que marcaron a fuego nuestro país. En ésos tiempos mi viejo era lo más grande para mí. Admiraba profundamente su esfuerzo, hoy aún lo sigo haciendo, y aplicaba a todo lo que él pensaba. Él se convirtió durante muchos años en mi modelo para mirar la política, para analizarla. Creo que en ésa época él era un poco más flexible con algunas cosas, no se enojaba tanto y reflexionaba más sobre su posición política. Sin embargo supongo que los años no vienen solos, y cuando vio que no pasaba nada de lo que esperaba que suceda en nuestro país, la desazón le ganó a la fuerza para invertir el panorama y se volvió muy cabeza dura y sobre todo rezongón.
Hoy ya no escucho los mismos argumentos que con mi viejo. He escuchado de muchas bocas, muchas cosas diferentes. Me han bombardeado con discursos políticos, ideológicos, y yo fui formando una mezcla entre lo que mamé en mi casa y lo que fui escuchando en la vida, en la facu, en mis elecciones de lectura. No sé si estar orgullosa o no de lo que pienso, pero realmente es mi manera de ver la vida, que inevitablemente está atravesada por la política, nos guste o no. Nos rompa las pelotas o nos chupe un huevo.
A mi me jode terriblemente sentir que hoy no puedo hablar de política con mi viejo como antes lo hacía, solo porque muchas cosas han cambiado en mi cabecita, y ya no soy un espejo de él. Sin embargo, cuando éste domingo me pude sentar con mi hermano, y charlar sobre las elecciones, sobre proyectos, sobre qué queremos del mundo, sobre las opiniones de nuestros papás, creo sinceramente que detrás de tanta testarudez nacionalista, mi viejo hizo algo bueno. Muy bueno.
Porque con todas las diferencias que me separan de los demás, yo logré interesarme por lo que pasa en los recintos de Gobierno, por lo que pasa detrás de la burocracia, por todo lo que hay detrás de las intenciones de algunos que se postulan de amarillo o de rojo. Y porque todo eso es consecuencia de mis papás, piense o no igual que ellos. Se los pueda decir o no.
Y por eso es que hoy me indigno y me deprimo al ver ciertos resultados. Al escuchar como los medios hablan de ciertas cosas. Al ver como recortan y leen como se les canta, la realidad de un país que cada vez pareciera dividirse y desarmarse más frente a los peores buitres que ya lo atacaron.
Y por eso hoy pienso en hacer algo, en mover las ideas, en renovarlas. Porque mis viejos no fueron indiferentes frente a lo cotidiano, porque intentan pensar más allá de las imágenes vacías que nos llegan. Porque, para problema de ellos, me enseñaron a pelearles cada charla, y a creer que cuando de política se trata no todo lo que brilla es oro.